EL
RIESGO Y SU ADMINISTRACIÓN
La
administración del riesgo es un aparte sustancial y vital, como marco de
referencia a futuro inmediato en cualquier POT que tenga buenos propósitos y
esencia. Por tanto considerar los estimativos previos, la evaluación y definir
un plan de acción general referente al concepto holístico y abarcador del
concepto “riesgo”, sin duda propondrá el
qué hacer organizadamente, en las actuaciones para solucionar y solventar la
crisis que se presentarán. Esta premisa no debe encararse con signos de
fatalidad porque simplemente en su mayoría, son sucesos que nunca se podrán ni
advertir y menos controlar, especialmente aquellos que se presentan súbitamente.
Lo que sí podemos hacer es ejemplificar los planes de actuación que propongan
todas las ejecuciones tendientes a solucionar con prontitud y con eficiencia,
los arrastres y desazones que llevan consigo hechos de esta naturaleza. El
problema radica en que muchas de los actuaciones de las administraciones en
estos casos, como se ha visto en Barranquilla, se abrazan en el causal de la contratación, conocido como Urgencia Manifiesta para actuar con
procederes “non sanctos”, otorgando contratos a dedo y creando mayor caos y desorden
irresponsablemente, nunca solventando con integridad las causas de estas eventualidades. Creo que
es más fundamental sopesar los aspectos históricos que involucran al riesgo,
sus precedencias y frecuencia de aparecimiento en el mismo contexto, antes de
plasmar en un Plan del Riesgo sesudo, inentendible y muchas veces sin vectores
de actuación generales ni específicos.
EL
DISCURRIR DEL AGUA.
No creo
que nadie discuta el impacto inmediato y nada sutil que el agua plasma en el
devenir de Barranquilla. No tenemos un
plan de riesgo sustentado en la propuesta del POT que se propone, como tampoco
no existen especificaciones que presenten las actuaciones que encararemos en
casos en que el agua salga de control. Si no sabemos cuánto nos cuesta la
problemática de los canales abiertos en los que se convierten más de 20
avenidas en Barranquilla, menos nos interesa conocer con precautelación, que
haremos en caso tener impactos diversos, como hoy día los tenemos. El balance
es tétrico porque no estamos entregando la mejor visión de ciudad habitable, de
ente dinámico, de urbe con capacidad resolutoria al no encarar con suficiencia
nuestro “deber ser” ante las escorrentías en la ciudad. En el país se preguntan
por qué en esta ciudad ocurren tales fenómenos y muchos de sus habitantes
sabríamos responderla. Incluso, se preguntan cómo es posible que hayamos
convivido con ellos (los arroyos) por tanto tiempo? Y creo que esbozo una
respuesta: desidia y falta de firmeza de las diversas administraciones que han
transitado por la ciudad para solucionar tal obstáculo. Creo que es hora de que
en un Plan del Riesgo en el POT se den a conocer las prerrogativas para encarar
este tremendo limitante del desarrollo de la ciudad, cuyo impacto en su
prestigio es evidente y que a futuro, causará márgenes de desinversión en proyectos
que potencialicen nuestro futuro de ciudad. Un plan del manejo del riesgo debe
ser sólidamente precautelativo; es decir, se encarga de ejemplificar la
logística de estar debidamente informados respecto a los posibles eventos,
sucesos y factores de crisis que puedan causar el discurrir del agua. Es que la
misma agua es el factor más incidente, actuante y acelerante en la tierra como
generador de cambios geológicos y por
eso nadie pelea con ella. Entonces, por qué habremos de quedarnos quieto? Hay
propuestas planteadas por la ONG Cívicos en Acción que se radican en principio
de informar para actuar. Dicho de otro modo, si sabemos que las precipitaciones
de sobra impactan como lo hacen en la ciudad, por qué no contamos con un
sistema de alerta temprana de lluvias? Ya hay sistemas que pueden advertir
aguaceros torrenciales con dos horas de antelación, tiempo suficiente para
informar a los habitantes y prepararse. Podemos activar la información por las
redes sociales. Si a esto le asociamos el inminente conocimiento de detalle de
las unidades geológicas, su dispersión en la ciudad, su reacción de acuerdo a
las corrientes, entonces tendríamos un activo fundamental para sustenta el Plan
del Riesgo en el POT. Basta que en la ciudad ocurra una precipitación mayor a
los 3 milímetros por metro cuadrado para que en sus horas laborales, se detenga
y se adormezca por completo.
LAS
LADERAS DE LA CIUDAD
Los
deslizamientos que se presentan en las laderas de Barranquilla, la
noroccidental y la suroccidental, no es un fenómeno geológico reciente. Es de
muy vieja data como se explicó en entregas anteriores que muestran una
historicidad que es recurrente. La urbanización de las laderas suroccidental
posee un carácter muy particular porque se fraguó en la ocupación de terrenos
que no fueron muy apetecidos por sus antiguos poseedores. La expansión urbana
en Barranquilla se da espontáneamente hoy día en muchos sectores y eso es un comportamiento
caótico, que por muchas administraciones de la ciudad ha sido consensuado con
propósitos evidentemente electorales. Lastimosamente la geología no se basa en
esos conceptos y por ende, cuando hace efectivas sus manifestaciones han sido
muchas las personas de bajos ingresos que ha padecido la inclemencia y los
sinsabores de los deslizamientos. El Plan del Riesgo de la ciudad tendrá que
afectar el concepto de la planificación urbana en todos los espacios del
suroccidente de la ciudad. Entonces no es sólo en insistir en hacer una
validación geológica de los terrenos que componen la ciudad, la cual es una
tarea a priori y que el POT no posee, sino hacer un intercambio de información,
una conectividad consultiva entre los apartes del Riesgo, la Gestión Urbana y
el tratamiento de las escorrentías. No hay discusión sobre las diversas zonas
de altísimo riesgo que presentan sectores en varios barrios de la ciudad, como
La Manga, Cuchilla de Villate y otros por no citar más. Fácilmente se elucubran
soluciones paisajísticas con base en el trazado de parques y zonas de ocio,
pero cómo haremos con su sostenibilidad geológica? Cómo haremos para evitar que
sean repobladas? Hay muchas preguntas sobre ese respecto y muy pocas las
respuestas a las mismas. Ya han ocurrido
dos eventos mayores en la expresión de los deslizamientos de las laderas de
Barranquilla, el barrio Las Terrazas y en Campo Alegre. Otra vez insisto en el
imaginario colectivo de los habitantes de Barranquilla, la ciudad movediza, la
urbe poco garante de orientar donde podemos habitar y administraciones
desinteresadas en la búsqueda de soluciones reales, sustentándose más bien en placebos mitigacionales, como hoy día se hace…
Lo peor es que por la adjudicación de licencias de construcción, a compañías
donde laboraron familiares muy cercanos miembros visibles de compañías
urbanizadoras, podamos incurrir en el tercer evento de inestabilidad, es decir,
formalizar conjuntos habitacionales inestables e impactar la Autopista de La
Circunvalar por los subsecuentes efectos de estos factores antrópicos en su
periferia. No tanto es hacer el ridículo como gestores de ciudad ante el país y
el mundo, no… La situación estriba en que a largo plazo, esta ciudad se pueda
tornar caduca y ostensiblemente parca como objeto de vida, de gestiones de
proyectos a largo plazo y de inversión integral. Por lo tanto el problema de
las laderas y su concepción como factor de riesgo no es sólo vital sino
impostergable. Es triste ver que en las áreas del suroccidente, en las zonas
activas de estos deslizamientos los tugurios no sólo son más incidentes, sino
que se configuran en los aposentos temporales de los nuevos inmigrantes de la
ciudad. Es evidente que como tal, el conocimiento geológico de la ciudad y su
expresión urbanística muestran una disección clasista marcada en el poblamiento
urbano de la ciudad. Lo peor es continuar con una tendencia de ese estilo, tan rezagante
y degenerativa para los intereses de todos nosotros.
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Vista del sector de Campo Alegre y la 38 taponada por flujos |
EVACUACIÓN
DE LA CIUDAD
Hay
hechos y eventos extremos que pueden presentarse sin duda y que deben ser
tenidos en la cuenta con todo el interés y la seriedad que merecen. Ni estamos
exentos de ninguno de ellos y con la más
sensata objetividad, tampoco tenemos un amparo que sea garante de nuestra
estabilidad. Nosotros estamos abocados a situaciones de riesgo extremo como
huracanes como factor primario, tormentas con alto potencial pluviométrico,
deslizamientos súbitos de tierra en las laderas y terremotos que generen más inestabilidades.
Bajo ese espectro el POT debe consolidar los planes de evacuación de porciones
de la ciudad y/o de toda la ciudad de acuerdo a lo que se presente. Es
pertinente hacer simulaciones balanceadas, realísticas y netamente confiables
como factor de advertencia y preparación. El modelamiento de esta clase de
probabilidades y su extensa difusión a los habitantes de la ciudad salvaría sin
duda numerosas vidas. No estaría de más que dentro de la gestión del Plan de la
Ciudad se considere hacer rutinariamente simulaciones de reacción de la
ciudadanía a emergencias extremas de muy probable ocurrencia. Creo que nunca
algo de ese estilo se ha hecho en la historia de la ciudad y estamos en mora de
realizarlo programadamente. La elaboración de un estudio detallado del riesgo
de ciudad puede brindar mejor
ilustración sobre cuáles o cuál, de tantas circunstancias probables, son las
requieren mayor atención en la
prospección de un plan de evacuación y salvamento de sus habitantes. Insistimos
que la consideración de evaluaciones estadísticas en un contexto histórico
puede desestimular estudios de esta catadura amparándose en el facilismo. Sin
embargo, saber orientar en el cómo evacuar la ciudad, considerar las rutas a
proseguir en ese caso, que sitios ocupar temporalmente luego del episodio y
cómo retornar en forma segura, es un aparte importante y referencia sustancial en
la estimación del Riesgo dentro del POT.
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Casa fracturada por deslizamiento ladera suroccidental |
CONVENCIMIENTOS
Víctor Marenco Boekhoudt
Ingeniero Geominero MSc en Geominería.
victor.marenco@gmail.com Twitter @victor.marenco