Por Víctor Hugo Marenco Boekhoudt
Al presidente electo de los EEUU, Donald Trump, le falta un mes para entrar a la Casa Blanca y sin embargo, inquieta hace rato a todo el vecindario del continente americano. Hagan memoria que hace poco, insistió que Canadá y México, se convirtiesen en miembros de la Unión Americana con el fin de evadir las tarifas arancelarias a sus productos de exportación. No trascendió impertérrito, como un simple chiste, cuando el mismo Trump amenazó al primer ministro canadiense con la imposición de aranceles de 25% a todos los productos del país de la hoja del arce, si en caso tal Canadá, no resolvía el problema de la inmigración ilegal por sus fronteras. Trump es estoico en sus decires y no mide responsabilidad en lo que emana; Él está convencido que su MAGA (Make America Great Again), inicia en sus querencias y deseos. Trudeau como niño obediente, bajó el lomo y sin miramientos espetó que iría a vigilar la frontera como ningún otro…
El futuro poseedor de la oficina oval, trasciende al más acá. Su hambre geopolítica se encarna ahora con todo lo que afecte el comercio estadounidense sea directa o indirectamente. Para Trump el canal de Panamá es un objetivo claro y conciso en la diversificación del comercio exterior e interior de los Estados Unidos. Sus tentáculos infusorios se extrapolan más allá de su parcelación territorial y sin mediar aspavientos, se centra en el canal (construido en 1914) sin un motivo conciso; su deseo expedito es que retorne a su control. Ya lo dijo en un trino espasmódico en su red Truth Social.
Su razón unívoca se plasma en un supuesto “asalto” a las finanzas gringas por los excesivos cobros de tránsito que ejecuta la Autoridad del Canal de Panamá a cada buque que pasa por sus aguas. El importe por cada paso de cada barco por el canal fluctúa entre los cien mil a los seiscientos mil dólares. En promedio por la misma arteria pasan alrededor de unos 50 barcos y por ende, son alrededor de unos 30 millones de dólares diarios que cuestan estos pagos. Increíblemente, el próximo presidente de los Estados Unidos considera que esta es una tarifa escandalosa y que impacta directamente al comercio de los Estados Unidos. Si sabemos hoy que cerca del 72% de los barcos, están inmiscuido en el mercado interno de este país y Trump cataloga estos cobros como una estafa al comercio de la nación del norte.
Posiblemente el próximo presidente estadounidense está en desacuerdo en que China se vea con el tiempo, más involucrada y determinativa en la gestión y la administración del canal de Panamá. Para engrandecer el esfuerzo casi que faraónico en su construcción, Trump recordó que más de 38 mil obreros estadounidenses murieron por la malaria durante esta magna obra. Una detención de los lazos comerciales de China, según la visión de la geoestrategia política del próximo gobierno norteamericano, podría ser quitarle su influencia dentro de lo que significa la gestión del canal de Panamá.
Trump en su escrito en la citada red, manifiesta con alarma la fusión de China dentro de la gestión y la organización del canal de Panamá en sus diversas esferas. Lo citó de esta manera sin ninguna clase de remilgos: “Cuando el presidente Jimmy Carter regaló el Canal tontamente por un dólar, sólo podía ser controlado por Panamá, no por China ni por nadie más". Dentro de todo el contexto de lo que expone Donald Trump, posiblemente lo que le causa más irritación sea el hecho que a las compañías estadounidenses les sigan cargando tanto dinero por un trabajo que ellos hicieron. Para concepto de él, el uso del canal debe tener un precio privilegiado para las empresas estadounidenses, debido al origen y a la construcción de esta obra.
La coyunturalidad estriba posiblemente en este planteamiento tajante: “Si no se observan aquellos principios morales y legales que sustentan el traspaso del canal a Panamá, insistiremos en su devolución total sin ninguna pregunta”. Por supuesto que una política de este estilo, no es tan fácil llevarla a cabo y propender de ella, un reconocimiento por parte del gobierno panameño. Aunque sin ninguna duda, un revuelvo de este estilo engendraría un escándalo sintomático en todo el orden latinoamericano. Todavía están frescas las imágenes de la invasión de los Estados Unidos a este país en diciembre de 1989.
Lo más factible y quizás, más llevadero dentro de una ejecución geopolítica, sea algo parecido a lo de Canadá: el líder republicano probablemente lanza las apuestas presionando al gobierno de Panamá con el tema de la migración ilegal. No estaría de sobra reconocer, que el tránsito por Panamá podría significar una especie de retén con tal de contener todo el flujo de migrantes que van hacia la frontera de los Estados Unidos con México. Una gran parte de ese conjunto puede ser retenido en ese ámbito geográfico, pero de ninguna manera excluye que las presiones y estratégicas de los Estados Unidos, estén encaminadas precisamente a un control mayor de esta arteria marítima. Sin ninguna duda, Panamá sigue siendo el estado más vulnerable y apetecido de todos los países latinoamericanos.
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