Por Víctor Hugo Marenco Boekhoudt
Ayer mismo, con una desaprensión absoluta, atestiguamos como un medio de comunicación prestigiosísimo, sin ninguna clase de remilgos y sin pesarle siguiera el testimonio con el testigo, afirmó estocásticamente al pie de una foto, que las basuras son generadores de algunas escorrentías en Barranquilla. Yo no sé si de las bolsas negras salen malos presagios o será que la contención del agua crea más líquido o de pronto, en ese diario creen que los arroyos del sur son más salados que los de otro lado.
Mientras por acá nos debatimos en esas simplicidades, llamativas y por no decir algo segregantes, hacia el estado de La Florida (EEUU) con sus ciudades incluidas, tuerce un meteoro escandalosamente inmenso, con ráfagas de ventisca superando los 280 kmh y en crescendo. Lo cito porque cualquier huracán que transite por esos lares son ramalazos (o coletazos) que nos humedecen. Si a lo anterior le agregamos que las basuras que se generan mayormente en el sur de la ciudad producen agua (algo que desde la geomorfología ojalá me lo expliquen) entonces estamos ante la combinación irredente y esotérica de fuerzas naturales y antrópicas.
Sabidos estamos que lo llamado comúnmente como “invierno” (o temporada de lluvias), son en su mayoría, precipitaciones derivadas de las franjas nubosas que los huracanes mayormente sueltan en sus tránsitos (“Milton” en este caso está repleto de agua). Ahora, siendo como tal amplio, descomunal y reverberado como el susodicho, ellas vendrán a montones. Mientras en la madrugada escuchas los truenos lejanos desde la Sierra Nevada, acá tendremos que exprimir las basuras para que no causen ninguna clase de flujos. Vaya, vaya… de por si no sabía que el polipropileno negro poseía propiedades higroscópicas y de manera rítmica, absorbe y exuda agua en forma abrupta y sin desdén captándolo desde el aire.
“Milton” el huracán, para La Florida es un crucifijo y para los derredores lejanos como nosotros, lluvias a tutiplén. No han terminado de salir de “Helene”, considerado como el segundo o tercer huracán más mortal en los registros históricos y ahora les cae encima este señor con toda su fuerza, vientos, marejadas, cañerías tapadas y lo peor, mucha agua, en grandes cantidades. Algo que la escala Saphir Simpson no contempla y tanto se le critica. Pobres peninsulares: allá usan muchas bolsas pero creo que de color blanco o transparente, para que boten agua más limpia ya que allá las playas son azul turquesa y las nuestras, lánguidamente grises.
En fin, fue triste ver ayer al presentador de pronósticos meteorológicos Jhon Morales, del canal estatal NBC6, llorar ante su audiencia expresando: “nos espera un huracán devastador… Esto es simplemente desastroso”. Miré para mis adentros y luego fui a la cocina. Arrumadas en la profundidad de una gaveta estaban las bolsas negras. Esas mismas, las culpables, aquellas cuyas membranas manan agua oscura como jineteras de nuestros apocalipsis, que todo lo manchan, todo lo llenan y todo lo ocupan. Una nueva geomorfología parece aparecer por aquí, cuando hacia Fort Lauderdale o Palm Beach, se dirige un revolvedor de escenarios que el miércoles de magrugada, pondrá todo hacia arriba. Sólo le deseamos lo mejor a los floridanos y a muchos amigos de estos lares que allá viven. Prepárense que no hay de otra. Si les parece, cuelguen todos los muebles y enseres de los techos.
Acabo de arreglar mi basura. La empaqué en bolsa doble esta madrugada, está a la vera del corredor lista para el despacho. De pronto, al entrar a la habitación, casi de soslayo, le di una mirada y en la oscuridad y ante tanta angustia, prendí la linterna del celular. Estaba seca, callada y oscura sin manar una gota. Cuando apagué la luz, ella fosforecía, brillaba y resplandecía con un no se qué… Un huracán por allá y una bolsa al final de un tramo oscuro que aún en su negritud, refulgía con una brillantez de pavores y vapores. ¡Entré y tranqué la puerta del cuarto inmediatamente!.
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