sábado, 26 de octubre de 2024

EL CONTROL DEL ANTROPOGENISMO ATMOSFÉRICO

Por Víctor Hugo Marenco Boekhoudt

Aquello que llaman “Cambio Climático”, concepto englobado en lo que es el aumento dramático de la temperatura atmosférica en el planeta Tierra en los últimos dos siglos, es una consecuencia de lo que siempre he llamado como “Antropogenismo Atmosférico”. Sin querer radicarnos en tramas banales que nunca ayudarán a esclarecer tan angustiosa verdad (el planeta se calienta cada vez más), se hace urgente que entremos a conocer el proceso regulatorio, por medio del cual se estabiliza la temperatura por medio de la acumulación del carbono. Somos nosotros, autollamados como género humano, que con la actividad industrial y la búsqueda de fuentes de energía con base en combustibles fósiles (obtenibles y abundantes), causamos una descontrolada emisión de carbono, gases y calor a la atmósfera. Esa es la esencia del Antropogenismo Atmosférico.

El carbono fijado al suelo por un árbol de mangle en la laguna de Mallorquín, Barranquilla, Colombia

¿A dónde va el carbono y cómo se explica su ciclo dentro del entorno terrenal?. Vamos a ser breves en este respecto ya que el entendimiento de este concepto, es clave en la comprensión y el alcance de los que se pretende exponer. En los océanos, dentro de la llamada márgen fotosintética (o fótica), la luz solar penetra las aguas, cantidades de algas microscópicas asimilan el dióxido de carbono por efecto de la fotosíntesis, se nutren y consecuentemente, cuando llega la oscuridad, los otros organismos vivos suben a la superficie, se alimentan de las algas y al regresar a la profundidad almacenan allí el carbono. En los grandes bosques de la Amazonía, de África o en la taiga siberiana por ejemplo, también ocurre el mismo proceso: las hojas captan el dióxido de carbono e incorporan a sus tejidos el carbono, con base en el mismo proceso de fotosíntesis. Al estructurar todos los tejidos de los organismos vivos y estos fenecer, terminan depositándose en el suelo o en el fondo marino. 

Vale la pena aclarar que el término fósil refrenda restos o vestigios de actividad de organismos que existieron antes. Los procesos geológicos (movimiento de placas tectónicas) se encargan de profundizarlos en las capas de sedimentos, donde sufrirán cambios y constituirán millones de años después, los yacimientos de carbón, gas y petróleo. Es por eso que al utilizar estos tipos de combustibles, sacamos a la luz del día aquellas ingentes cantidades de carbono que fueron sepultadas por la actividad natural biológica y geológica, durante cientos de millones de años. He ahí el desbalance… El problema es que hasta ahora, no hemos inventado un proceso artificial efectivo que retenga el carbono y haga su control indispensable. Todo lo ejecuta la naturaleza con los bosques, los mares y los suelos. He aquí la gran incógnita: ¿Qué sucederá si la naturaleza deja de asistirnos en la fijación del carbono?. Apenas la mitad de las emisiones civilizatorias es asimilada por el entorno natural.

Varias publicaciones científicas recientes, han constatado que la tierra dejó de absorber cerca de un 75% menos de dióxido de carbono con relación al promedio anual medio. A causa de la elevación de las temperaturas y de las sequías que se están presentando en los bosques tropicales del mundo, parece ser que en el 2024 estos indicadores seguirán decreciendo. Los incendios en Canadá, Australia, el río Amazona y sus afluentes con sus orillas secas, Bogotá padeciendo una falta de agua por la menor cantidad de vapor que llega a sus vertientes, en fin, consecuencias indefinidas. Un marcaje de tendencias de este estilo, puede configurar en el futuro inmediato un anticiclo en el cual las consecuencias de la expresión de la atmósfera será tan compleja, que no podremos preverla. Últimamente los modelos climáticos no están funcionando como se pronosticaron. El calentamiento se incrementa a pasos agigantados, el agua de los casquetes polares se integra al mar aceleradamente, nos hemos visto empequeñecidos por los planes de reducción del consumo de combustibles fósiles y dicho de otro modo, porque la civilización debe seguir. 

El mayor receptáculo de carbono hoy día es la biósfera o la atmósfera. Sin entrar en divagaciones, el incremento de la nubosidad a nivel global causa el rompimiento de los regímenes de lluvias (está lloviendo copiosamente en los desiertos). Los huracanes no han sido tan numerosos como se previó sino que contrariamente a lo predicho, se han vuelto más localizados, con menor recorrido y con mayor poder. No es tanto que lancemos grandes cantidades de carbono; probablemente el peor escenario sería que los procedimientos naturales se tornen menos efectivos en la asimilación del mismo, al no fijarlo al suelo con la misma regularidad, impidiendo que el mecanismo se vitalice. El antropogenismo atmosférico tiende por lo tanto, hacia una externalidad que no estamos controlando. Resaltamos que los modelos trazados por la ciencia son hasta ahora parciales y altamente probabilísticos, sin decir que no sean valiosos. Precisamente, los conflictos y las guerras entre naciones, son uno de los mayores emisores de cantidades inconmensurables de carbono. Quizás la naturaleza en su devenir, nos force a ser más pacíficos y entrelazados con nosotros y con ella. Ojalá así sea, ojalá…

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