domingo, 3 de marzo de 2024

¿QUÉ VAMOS A HACER CON EL PLAGIO Y LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL?

Por Víctor Marenco / Marzo 3 del 2024 a las 9:41 AM

La apropiación de las ideas originales de parte de otros usurpadores siempre ha sido y será el conflicto de nunca acabar; no es que sean motivos de enfrentamiento, más bien se entiende como la validación del avivato y la constatación de la flojera. En últimas, lo que desean es granjearse una gloria que no les pertenece y por la cual no tienen la estatura intelectual para justificar su producción. La autoría como tal es imprescindible a ser reconocida para que en el curso de las posteriores producciones, pueda haberse emplazada dentro del perenne concatenamiento intelectual. Sin un precepto de esta clase, podríamos vernos abocados a lo que significa la confusión, el despojo y la ausencia de referencias para la posteridad académica. Me parece que de esta manera, ustedes podrían imaginarse lo que significaría el caos de entrar a discernir dentro de una nube de propuestas, el significado de la originalidad o del copismo inveterado.

El plagio ratero, malintencionado y desvergonzado, siempre va a estar presente y es una actividad que desde hace muchos años viene practicándose con cierto rigor. ¿Cuáles serán las pautas a seguir ahora que con la participación y el entrenamiento de las llamadas Inteligencias Artificiales?. Muchos productores y exponentes de ideas originales se están viendo desplazados por el entrenamiento de las mismas... Un alud de demandas se está generando a causa de esta situación y por ende, varios escritores renombrados en muchos países están llevando estos casos ante los estrados judiciales. En este caso, y en mi parecer, no basta la libertad de elección dentro de la nube informática para sostener como tal, una producción intelectual que es adaptada y construida con base en algoritmos despersonalizados. La dosis de responsabilidad en este caso, está íntimamente ligada con los creadores de los programas de inteligencia artificial.

Muy a pesar de qué existen programas y alternativas informáticas diseñadas para seleccionar, captar y exponer los plagios dentro de las producciones académicas, nos hemos percatado que las variaciones en la sintaxis y en la semántica de las construcciones individuales intelectuales, pueden generar variaciones que confunden a estos programas y pasan por desapercibidos los llamados plagios mutantes. Es decir, me refiero a aquellos que con diferentes palabras o expresiones dicen lo mismo que el original; es decir, llevan una especie de “código léxico” que no le quita la autoría renombrada al primigenio. Quizás como una traición escondida detrás de la niebla, estas mismas personas si fuesen realmente creativas, contribuirían mucho más al progreso real si aplicasen todas sus argucias en pos de la creación de sus propias propuestas. Prefieren la evasión “creando” (quién lo creyera…) atajos, reducciones o ampliaciones para confundir.

Es muy natural y me parece perfectamente plausible que cualquier productor original defienda con fuerza, ahínco y pasión sus obras. Ahí está su vida concentrada y su existencia consagrada a lo que es la expresión de su idoneidad. Hasta Virgilio, el poeta del imperio romano se quejaba que sus versos eran copiados sin darle crédito alguno. ¿Qué será entonces en estos tiempos, donde la fama cunde, el intelectualismo enriquece y el docto se apalacha exhibiendo su sapiencia?. El febril “patarroyismo” como suelo llamarlo… No es para menos: los retos a futuro serán más cuestionables, tendrán menos límites y a final de cuentas, estaremos sumergidos en la tendencia de indiferenciar a aquellos que contribuyen con la originalidad y la tenacidad honesta, del saber labrado, sincero y estoico. Lo que sucede con las nuevas prácticas de plagios, cuando surgen de manera subrepticia, es que los referenciadores jamás podrán captar su accionar, al estar varios pasos atrás… Además, la judicialidad ante estos retos, responde muy lentamente.

Entre menos es la publicación científica en un país, mayor es la tendencia a cometer fraudes, copismos y plagios. En Colombia, según evaluaciones previas, incluso considerando lo ateniente a las tesis de grados de toda índole y trabajos científicos, el 45% de estas producciones son burdos copismos frenteros y rastreros, sin darles a estos usurpadores, pena ajena alguna... Reitero, los mismos plasman exponencias burdas de “copia y pega” plegadas a textos que muchas veces no fraguan conectividad al mensaje central. La razón fundamental estriba en que no hay revisión ni lectura completa de los trabajos científicos que se realizan en Colombia, siendo sinceros y humildes, probablemente a razón de su desatención y número... ¿Qué más podría esperarse a raíz de los escándalos con tantos congresistas que rotulan sus grados universitarios, algunos sin haberlos cursados y otros con trabajos de grados concubinados como en una sastrería?. No vayamos más lejos, muy cerca de por aquí, en la super famosa Universidad de Harvard, a la exrectora en su tesis de PhD, le encontraron plagios energúmenos en su ponencia de grado. Ante la presión y la indiferencia de los demás se vio obligada a renunciar. Varios estudiantes de la Universidad de Glasgow están a la espera de una decisión de esta Alma Mater con relación a prácticas de plagios usando motores de inteligencia artificial. Esto podría acarrear a que sean expulsados sin remedio y con razón.

En Colombia, ante estos aspectos, estamos bisoños y casi que inocentes a raíz de la malversidad y de la maldad de esta clase de prácticas. En este escrito nos referenciamos única y exclusivamente a las producciones científicas y académicas. No hemos citado al periodismo porque en este caso, la podredumbre del plagio y la asignación facilista, terminaría por señalar, correr y corroer a todos estos infrayacentes que pululan por estas lides. A larga, tenemos que remitirnos al hecho de que el plagiarismo, la copia burda y la no citación de las ideas originales, como en muchas ocasiones se resalta, se debe al pésimo nivel educativo que tenemos en Colombia y Latinoamérica. Por ejemplo, referenciando ese pueril dicho de que las mayúsculas no llevan tilde. Mejor me persigno y me voy de por aquí, para que no me fermenten con sus fechorías protoimperfectas… ¡Uf carajo!