lunes, 2 de septiembre de 2013

GEOLOGÍA DE BARRANQUILLA Y EL POT (PARTE II)

GEOLOGÍA DE BARRANQUILLA Y EL POT (PARTE II)

Cada vez que damos un paso, inconscientemente sabemos que estamos en tierra, pero no conocemos  que hay debajo de ella. Los POT de Barranquilla siempre han sido superficialistas; es decir, conciben el desarrollo de la ciudad en el espacio externo y no contemplan lo que se puede realizar dentro de sus entrañas próximas. La ciudad debe entonces mirar también hacia abajo, lo cual en muchos aspectos es más que conveniente. El ser humano, primate como tal, gusta de los espacios verdes y de la frondosidad de los árboles que nos protegen en gran parte del sol inclemente, pero cuando ha querido guarecerse de la inclemencia del clima y de expresiones geoambientales, como huracanes, terremotos, inundaciones y otras más, siempre buscó las cavernas. Es simple: La idea de la vivienda como tal, deviene de una concepción prehistórica de las mismas, donde nuestros antepasados fraguaron los primeros núcleos de familias. Por tanto es menester que sepamos de que estamos constituidos en nuestras profundidades cercanas con el fin de poder planificar otras extensiones de vida, que en otras ciudades, han demostrado ser esenciales y necesarias.


VALIDEZ DE LA INFORMACIÓN GEOLÓGICA. Cualquier ciencia para que encuentre certeza en sus propuestas tiene que ser predictiva, es decir, está en capacidad de advertir y llamar la atención a todos sus habitantes, con el fin de estar prestos ante cualquier situación de extremo riesgo o peligro. En este aspecto, la geología con sus apartes cumple la tarea con suficiente validez y prestancia. Pero también, con sus enfoques, teniendo con claridad cuál es nuestro inventario geológico en toda nuestra ciudad y el departamento, podemos hacer uso expedito de nuestras conveniencias para armonizar nuestro desarrollo con el querer ser. El problema estriba en que el discurrir económico no siempre va de la mano con lo que tenemos y muchas veces, es más urgente refrendar y sustentar los ciclos económicos lo más pronto posible antes que darle un cumplimiento, ético, moral y cabal a un desarrollo de ciudad para todos. Ya es de sobra conocido por nosotros que los eventos que se traducen en tragedias y riesgos, pueden ser predecibles con suficiencias si de antemano se encara responsablemente una auscultación y evaluación de las condiciones geocitadinas inherentes, imperantes y sobre todo, aquellas que después de la estimación válida muestren sus mayores incidencias. Si ya de antemano tenemos una idea de la génesis que dieron como resultado la creación del espectro geológico donde se emplaza la ciudad de Barranquilla y sus alrededores, será conmensurable entonces saber qué grado de detalle queremos darle a esa información, con el fin de utilizarla para poder evaluar la gestión del riesgo y la solución (no la mitigación) de los mismos, en caso de presentarse. Aborrezco el término “mitigación” muy abordado en cuantiosísimos planes de trabajo por el rasero cobarde y parcialista que consigo encara. En todas las ciudades que desean proyección, existe un departamento de geología que refina la susodicha información y la adapta a las ingentes necesidades que posee y presenta una gran metrópoli. Los indios Caribes hicieron de la desembocadura del río Magdalena su puerto de avanzada para sus invasiones a las otras áreas e islas del mismo mar. Hay vestigios de conchales, cerámicas y asentamientos transitorios que demuestran tal hecho. Las desembocaduras de ríos son sitios de pesca productivos y por tanto, si ya habían vestigios de poblamiento humano de este estilo, quiere decir que es pertinente que refrendemos con más precisión, todo lo que acompete al temario de las unidades geológicas en Barranquilla y sus inmediaciones. Cuando llegaron los españoles el entonces sector de Las Barrancas de San Nicolás no era importante porque la diversidad económica se movía por Cartagena, Bocas de Ceniza era un laberinto infranqueable de atolladeros de galeones y sus corrientes eran muy enigmáticas. Ellos (Los Españoles) nunca pudieron resolver el acertijo como mediocres al fin. El tema tomó vigencia cuando el Canal del Dique se hizo insuficiente para los buques de mayor calado. Por el bosque tropical que se asentaba en la loza calichosa de lo que en el futuro sería Barranquilla habían árboles inmensos de Ceibas, Caobas, Cativos y otras especies, corrían casi los mismos arroyos que hoy abarrotan a la ciudad descubriendo las entrañas de areniscas calcáreas y margas arrecifales de variados tenores, habían jaguares, chigüiros y boas de diversos tamaños. En fin… Una selva fresca y frondosa. Y así, subsecuentemente, nos convertimos en lo que somos, en lo que sabemos. Para hacer más extensivo y preciso el conocimiento de la geología en Barranquilla y sus inmediaciones, hay que trazar una política con ese fin, la cual, como es sabido por todos no existe. Los arroyos de Barranquilla no es un fenómeno hidráulico, es geológico y profundamente revelador, como más adelante se mostrará. La inundación recurrente del barrio Las Flores, es tema geológico como tal… Quién puede denegar el discurrir del río Magdalena como ente geodinámico y decisorio en los devenires de la ciudad? Y ahora, que fue lo que hicieron los inversionistas de Antioquia en cuanto al cemento? Se encuentran con una ciudad con río y mar, necesitan sacar sus exportaciones hacia el gran Caribe como mercado natural y de pronto, los mismos arroyos les muestran sus riquezas conquistables de arenas silíceas, calizas blandas, margas porosas y buenos aposentos a sus orillas. Es visto que precisamente por no tener esa información de uso común en los archivos de la ciudad de Barranquilla, en tiempos del aciago Hollepeter y su banda, la industria del cemento en Barranquilla creció de espaldas a la ciudad y usurpándole con vigor el mejor de sus activos minero, la caliza… Por muchos años de las entrañas de Barranquilla salió casi el 90 por ciento del cemento exportable de Colombia y a raíz de esa actividad, esta industria no le dejó nada en absoluto. No se supo porque no había departamento alguno que se encargara de esa estadística. No pagaron los impuestos de plusvalía y sus regalías mineras no alcanzaron, ilustrativamente para comprar un lápiz. Cartagena sufre ahora el mismo padecimiento. He aquí otro punto para considerar la importancia de la información geológica dentro del inventario real de una ciudad como la nuestra. Ahora en el devenir moderno, cuando la ciudad se extendió por su vigencia económica y estamos casi que saturados en su superficie, es menester que miremos hacia abajo. Los dislates en su anterior y ridícula concepción urbana, cuando los cementeros para enajenar el mercado impusieron el concreto rígido, con base en cemento para urbanizar y pavimentar las vías de la ciudad, sin hacer el alcantarillado pluvial, nos legaron una herencia dolorosa. Los deslizamientos de las laderas, un punto álgido y de riesgo inconmensurable, con fallecimientos a bordo, son otras demostraciones no sólo de desconocimiento, sino de un espíritu de poca auscultabilidad para tales hechos. La energía portentosa de los arroyos es incuestionable y su arrastre en pérdidas humanas, raya en pena y dolor, aunque el mismo sea motivo de indiferencia por parte de la dirigencia de la ciudad. Ahora que nos quedamos sin zonas verdes, sin espacios y parangonando, como otras ciudades transportan a sus conciudadanos subterráneamente, emplazan centros comerciales subterráneamente y los premian si hacen zonas verdes en su superficie, prospectan pasadizos de vías de tráfico vehicular subterráneamente, hacen parqueaderos de carros y depósitos de almacenes subterráneamente y otras obras sin igual, acá en la querida lánguida en la que se ha convertido nuestra ciudad, con la anuencia de una dirigencia de carácter querendón, no hacemos nada. No deseo parodiar sino ejemplificar una realidad de a cuño que nos rodea por todos los siete grados de libertad que compone nuestra realidad espacial y temporal. Este Plan de Ordenamiento Territorial no tendrá ninguna validez si no sabemos que hay por debajo de nuestra actual superficie de actuación. Creo menester que hagamos una indagación de lo que se tiene y de lo que sustrajeron, se ejecute un estudio de la parte superficial pero no con las atónicas reverberaciones que ha hecho el Ingeominas en la ciudad con su tendencioso arrime a las dirigencias, lo cual ya es por decir un “disco rayado” y aburrido. Hay que entrar a perforar por toda la ciudad y de una vez por todas, en detalles saber que tenemos como ente geocitadino y definir un plan de administración del riesgo para enfrentar el tremendo crecimiento que va a tener esta ciudad. Luego haremos los respectivos enlaces con el manejo ambiental y la tangibilidad ecológica de las áreas de interés. Han habido muchas excavaciones para sustentar las edificaciones que se construyen en la ciudad, muchas perforaciones para estudios de suelo… Todo eso debe inventariarse y registrarse como información para el bien común y no se hace, porque no hay un doliente y no hay un departamento de geología que lo use como tal en el entorno administrativo de la ciudad. Las grandes urbes hacen de la información geológica de detalle que recopilan, una fuente de entrada tal y cual como la agencias de petróleo en el mundo la enajenan para usufructuar algunos no pingues pesos. Todo está concatenado, pero en sí dependemos de quienes le colocan los eslabones a las cadenas. Ustedes saben que pasará si la ciudad es arremetida por un Huracán grado 5 ( por dónde saldremos?) o un terremoto 8 en la escala de Richter (quién cuidará de nuestros bienes?), o un Tsunami proveniente de las Islas canarias? Y qué tal si encontramos petróleo en las estribaciones de la ciudad?

Foto 1. Vista de la Sierra Nevada de Santa Marta desde Barranquilla y el río Magdalena

Foto2. Barranquilla y la desembocadura del Magdalena (Yuma) desde el espacio. 

2 comentarios:

  1. Espero me den sus comenatrios sobre esta modesta contribución.

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  2. Muy interesantes sus dos últimos Posts sobre el POT y la geología de Barranquilla. Mucho aprendizaje! Muchas gracias.

    Sería bueno conocer el estado actual del Plan Distrital de Gestión del Riesgo, en el marco de la Ley 1523 de 2012, que adopta y establece la política nacional y el Sistema Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres. Saber cuál fue su versión más reciente, sus ajustes más recientes, quiénes han participado, qué tanto se ha dado a conocer, cuál ha sido su grado de ejecución, entre otros. Pero también es importante mirar qué podemos aportar, desde nuestras profesiones y experiencias.

    Éxitos!

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