miércoles, 3 de noviembre de 2021

LA FORMALIDAD DEL ESPIONAJE

Rueda una fotografía que al verla, tomó por asalto todas mis vicisitudes. El jefe del FBI, ex-embajador en Rusia, William Burns, está sentado a la mesa en compañía de sus colaboradores, con el Secretario del Concejo de Seguridad de Rusia, Nikolái Patrushev, también con los suyos. Ni más ni menos... ¿En dónde radica el interés de ese magno suceso?. En algo primordial: los servicios secretos se esconden los unos de los otros y suelen hacerse entre ellos, toda clase inimaginables de maldades. Pero que concuerden una amistosidad de este tipo, entre supuestamente los mayores centros de espionaje del mundo, es algo sustancialmente raro y sospechoso, para nosotros, los ciudadanos comunes y plurales. ¿Por qué lo hicieron y a qué se deben esas clases de desboques?. Suelen ser las inequívocas preguntas. No olvidemos que las contradicciones son el motor de todo. De ahí que los invite a analizar la instantánea que consagró y bendijo la convocatoria en Moscú. Observen por favor detalladamente:

Foto del evento. A la izquierda, Burns y sus muchachos, antes de ayer... 

Una reunión de este tipo fuera de ser interesante, merece toda la atención del caso. Hubiesen filtrado hasta las grabaciones de la misma, si de esa forma optaron por el aperturismo en las nuevas relaciones de espías. Es falso cuando afirman que después de la prostitución, la segunda profesión que se inventó el género humano fue el espionaje. Ya existía la caza, la agricultura y las guerras. A cuentas llenas, es mejor colaborar, asistirse, ilustrarse. Andar de cojí pipidos, porque el enemigo son los incultos y/o los fanáticos religiosos que terminan en terroristas (según ellos...). 

Noten por ejemplo la mesa: no hay vasos... menos con esos "rusos" que salgan con un Selenio o con una pizca de radiactividad instantánea. Los locales le dan la espalda a la entrada de luz, por ese ventanal topado con cortinas difusas: tienen ventaja... Cinco contra cinco y prohibido dejar el apretujo de una huella dactilar de por medio. El que espabila pierde... Dos entradas a ambos lados... los gringos aparecieron por la que está a sus derechas. Exacto: una cordialidad supersticiosa y enmarañada de suspicacias a pesar de la voluntad buena. Nadie graba, nadie filma (eso parece), nadie mira de reojo. No hay espejos. No hay bizcos y tampoco, las habas salen del horno a enmendar el ambiente. Lo que no entiendo es la profusidad de frascos de alcohol, quizá creyendo los gringos que en la madre Rusia siguen abundando los borrachos. Sólo las mujeres revisten trémulos tapabocas; una de ellas es la traductora y es rusa. Ante la contricción del entorno, nadie atisba que la mesa era demasiado larga para tan poca gente. Entre espías sólo existen las ansias de control y de joderse. 

Se nota que el encuentro fue corto. ¿Qué fueron a pedir los gringos y en medio de qué enmarañamiento se encuentran, si  Biden no se habla con Putin desde hace rato?. Lo que han aprendido las potencias cuando su caída es inexorable, es arrimarse a un árbol para que el sol no los espante. ¿Una reunión de este tipo acordada con toda esta gama de nomenclaturas y formalidades?. No digo que mal parezca pero sube los grados de fiebre. Los pedazos de tortas están para pasarlos a punta de saliva, muy a pesar que antes de la reunión, los coordinadores hayan conciliado el arribo de cada botella. No hubo café, ni té, ni aromáticas. El ascetismo fuera de ser acérrimo, pareció saludable y conclusivo. Se miraban, se creían, sonreían y luego, por más que lo ocultara cada una de las partes, volvían a sembrar sus dudas y resquemores intachables. Obvio, el éxito de ese negocio está en despotricar del uno, del otro y entre ellos mismos. Me parece que se citaron en uno de esos hoteles viejos de Moscú, quizá el Metropol cerca a la plaza del Bolshoi. Sus pisos son de un roble noble del Cáucaso, que lavan con una combinación de agua e hipoclorito. El olor a limpio no alcanza a restregar las dudas del alma. 

El espionaje no sirve porque los chismes siempre llegan tarde. Quizá lo loable fue la saga por los secretos nucleares que ayudaron a acortar la puesta en marcha de la bomba soviética. Como toda persona que maneja información de primera mano, son muy críticos, especialmente los rusos que a pesar de la mala prensa, actuaban en defensa de sus entornos. Los gringos han optado por captar una pléyade de fanáticos religiosos, insensibles, poco asertivos y cumplidores de deberes. Sus productos, al fin y al cabo terminan siendo analizados por discapacitados mentales, con las consabidas consecuencias. Poco sentido patriótico, profusión de catástrofes y concentración de acciones en torno a las égidas del beneficio y del dominio. En el espionaje, cuando Usted no tiene la iniciativa se vuelve un colador. Los rusos hace rato andan en la intromisión de personas en todas las esferas de la economía de los países del bloque occidental, en especial los EEUU. No tardan en descubrirles un anillo cuando ya hay 3 o 4 que se han vuelto expansivos y acaparadores. El espionaje es una sinrazón: es la negación del colaboracionismo, es el exclusivismo y a pesar de su sindéresis, genera más gasto, más desgaste que iniciativas decentes. El problema de hoy, basándonos con el nivel de transmisión de datos sin control, explica que la ventaja la tiene aquel que haya penetrado al otro en términos presenciales. Sin embargo, tener la ventaja de la información primaria no te hace poderoso. Ahí están los Chinos que se pusieron a trabajar denodadamente, que reinventaron tratados viejos, que colaboran sin etiquetas y menos creyéndose los "chachos". Ahí están los rusos sacándole punta al lápiz. Ahí está el mundo jodido, con orquestaciones de poder de ínfulas deshilachadas y una comunidad aspavienta que no sabe a dónde ir. Así estamos... y lo peor es que a esta "profesión" le epitiman poesía y grandiosismos, medallas y banalidades, remedos y porquerías. 

Víctor Hugo Marenco Boekhoudt

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