Por Víctor Hugo Marenco Boekhoudt
Durante el campeonato mundial de beísbol sub 15, que finalizó con el triunfo del equipo japonés ayer en la ciudad de Barranquilla, nunca encontré razón del por qué el museo dedicado a nuestro insigne beisbolista, Tomás Arrieta Gambín (en el barrio Montecristo, muchos lo seguimos llamando así con el nombre de ese insigne beisbolista), se encontrase completamente cerrado, a pesar de la alta afluencia de delegaciones extranjeras, colombianos de otras regiones y fanáticos locales. ¿A qué se debe esa situación?.
La pregunta sigue latente en vista del significado que este nombre tiene para los barranquilleros. No solo por el aporte y la consolidación de un nombre en la historicidad de los alrededores de este entorno: hablo de lo que es el Barrio Abajo, Montecristo y Olaya como un conglomerado conurbano, que ha brindado más de varios campeones mundiales y medallistas olímpicos (en mi recuento creo que son más de seis). Algo de por si totalmente inusual en el concierto deportivo de la Región Caribe y de toda Colombia. ¿O es que queremos olvidar a nuestro grandísimo y excelso Tomás Arrieta Gambín?. Si exacto, aquel utilísimo y polifacético beisbolista que demostró excelencia en todas las posiciones del Rey de los deportes.
Lo grandioso de ese excelso referente, es que tenía un carisma que para esos años era inusual; fue muy querido a pesar de ser muy joven y partir temprano por una neumonía. Rentería adolece rotundamente de todo eso pero lejísimo… Además, se entregó al deporte de lleno, recorrió el país, implantó la picardía y el juego picante e inteligente del béisbol del Atlántico y para remate, fue el primero de todos nosotros (casi nada) en jugar en una liga extranjera, en Venezuela con el equipo San Antonio del Táchira.
Ahora para el remate, ni siquiera este magno deportista es remembrado o recordado, incluso con la apertura de un disque museo que lleva su nombre en el estadio actual. Estuvo cerrado durante el campeonato. Chelo De Castro jamás concordó en cambiarle el nombre a ese estadio. “Construyan uno nuevo” con tajancia espetó. Pero que va, lo que fue la hidalguía, la caballerosidad y la entrega de un pionero auténtico como nuestro Tomás Arrieta Gambín, pretenden borrarlo con el codo a sabiendas que su contribución histórica está más que sellada. Por acá seguimos llamando ese estadio como siempre se llamó. Los recuerdos no son museitos arrinconados, ni vitrinas con fotos raídas y papeles amarillentos. Ellos mismos más que bien, primero habitan en el decir popular y en nuestros corazones, ante el obtuso olvido que pretenden imponer los indolentes charúas y veraniantes de por aquí.
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