lunes, 2 de septiembre de 2013

GEOLOGÍA DE BARRANQUILLA Y EL POT (I)

GEOLOGÍA DE BARRANQUILLA Y EL POT (PARTE I)

Los planes de ordenamiento territorial, llamados POT se presentan como el derrotero y la ruta a seguir que adoptan y deciden, con referencia a las ciudades que los materializan, la planificación de sus quehaceres y desarrollos a futuro inmediato. El problema central que posee la propuesta del POT del Distrito Comercial y Portuario de la ciudad de Barranquilla reside precisamente en que no contempla, el cotejo, la evaluación y la consideración de los condicionamientos geológicos inherentes a su espacio propio y su devenir histórico. Es más, este es un mal endémico que se presenta en los demás POT de otras ciudades colombianas. Con la anuencia de los lectores, procederemos en forma breve y explícita,  a entregarles una caracterización de lo que implica considerar la geología y sus lineamientos, dentro de un plan macro cualquiera (léase POT en este caso), como condición esencial para la concepción final del mismo.

HISTORIA GEOLÓGICA. El poblamiento de la ciudad de Barranquilla comienza alrededor de unas barrancas con altura homogénea que garantizaban la cultura pastoril. Por ende, este breve recuento geológico pretende mostrar a los interesados, cómo se constituyeron y con qué características inherentes están conformadas, las diferentes unidades que componen las entrañas de la tierra en el área de nuestra ciudad. Barranquilla en sus inicios se afianzó en una serie de depósitos eólicos, producto del actuar de los alisios que construyeron los llamados médanos y rubricaron a la ciudad en sus inicios, con el título de “La Arenosa”; eran para ese entonces arenas de las orillas secas del río aero­­transportadas por el viento, en conjunción con depósitos finos de arroyos estivales. Nos iniciamos en las márgenes moribundas del río Magdalena y paulatinamente, en la medida que el poblamiento avanzaba hacia las partes altas producto de las inundaciones y otros factores, los pobladores transitaron a paisajes geográficos diferentes y a otros terrenos más altos y seguros. Actualmente la ciudad se encuentra enmarcada en una loza compuesta mayormente de calizas que transita, desde la línea de borde de las laderas suroccidental y noroccidental hasta las orillas con El Magdalena. Nuestra historia fundacional está ligada al río… Ese mismo río, llamado Yuma por los Aruhacos y Mocanas, viene desde hace aproximadamente unos 900 mil años atrás, rellenando sus desembocaduras desde el sitio del hoy municipio de Calamar con diferentes brazos y extensiones, saturando gran parte del antiguo golfo de lo que es hoy la Ciénaga Grande del Magdalena, migrando en dirección a las islas del Caribe, es decir rumbo noreste hasta recostarse contra una barrera peculiar. En su migración perenne se encontró particularmente con un archipiélago coralino, compuesto por islas aglomeradas, con playas medianas de arenas blancas y conchíferas, arrecifes de extrema belleza tropical, llenos de vida acuática, manglares exuberantes y de aguas prístinas con peces multicolores, tal y cual como son hoy día las islas del Rosario cerca de Cartagena de Indias. Fuera de lo anterior, variados esfuerzos de choques y roces, entre las placas tectónicas Caribe de un lado y Suramericana del otro (donde se encuentra la Sierra Nevada de Santa Marta), causaron el levantamiento severo de los depósitos calcáreo-coralinos que componían en su momento el archipiélago como tal. Por tanto se  configuró de esta forma, la loza de calizas y arenas gruesas de playas donde  se emplaza la ciudad actualmente. Para ese entonces remoto, todo aquello se circunscribía en una actividad intensísima, variada y lenta a su vez; por un lado, las arenas fluviales y partículas finas que el río aportaba, rellenaban y saturaban las inmediaciones de las islas y arrecifes y éstas, poco a poco perdían su capacidad de vida. Finalmente y poco a poco, el archipiélago fenecía como ente geobiológico ahogado por los sedimentos variados expelidos por el río. Al tiempo, el choque de placas tectónicas inherente hacía de las suyas en el levantamiento sutil y despiadado de la loza donde hoy día se erige la ciudad. Este fue un devenir intenso y en términos de tiempo geológico, muy reciente… casi fetal. El río continuó su avance al norte y poco a poco,  se lateralizaba hacia el este e inundaba los restos de los depósitos arrecifales, del otrora hermoso archipiélago y paraíso coralino, que quedaron remanentes de lo que por millones de años fueron unas islas paradisíacas, rodeadas por una extensa barrera de coral y manglar, llenas de colores, vida y con unas aguas cálidas, transparentes y prístinas. El río comenzó a imperar y a definir su paisaje fluvial dentro de su radio de influencia invasivo, formando un estuario de islas y canales, que alcanzamos a conocer en la época de la colonia y que se conciben hoy día, por medio de planos primitivos y escasas fotografías en blanco y negro de un vuelo de reconocimiento aéreo de 1947 por parte del Agustín Codazzi. Todo sucumbió ante la arremetida sin contemplación del río con sus sedimentos plateados y sus lodos disímiles. El delta del Magdalena marchaba en orden dentro de su curso natural, hasta cuando llegó la mano del hombre.  Hoy día el río no ha podido seguir haciendo su avance como tal porque sus aportes sólidos en gran parte, derivan a un cañón submarino que no permite el depósito y la residencia de los mismos. Incluso hay evidencias claras de que el flujo de sedimentos que el río entrega, transita aún más, cañón abajo hacia las profundidades abisales de la fosa del Caribe. Las obras de Bocas de Cenizas no sólo hicieron posible algunas que otras facilidades portuarias, puestas en duda muchas de ellas hoy día, sino que con el tiempo, orientaron el discurrir de los distintos sedimentos del río, a ese empinado cañón submarino nunca tenido en la cuenta y menos evaluado en sus inmediaciones más próximas. Incluso, el jueves 29 de agosto de 1935, siendo las 11 de la mañana, un deslizamiento súbito y severo, potentísimo por no decir de más, se tragó más de 500 metros del tajamar occidental de Bocas de Cenizas de un tajo y sin contemplación alguna; el tajamar oriental quedó afectado por el cambio hidráulico repentino y fuera de lo anterior, se logró sentir un temblor de tierra sin precedentes en las inmediaciones, acompañado por un rugido estruendoso del cual los viejos pescadores de Las Flores hablan todavía. En el año de 1972, estando de vacaciones donde mi tío Raymundo Boekhoudt en Curazao Antillas Holandesas, me contaron por primera vez al respecto de todo lo acaecido con relación al Tajamar y sus inmediaciones. Mi abuelo Enrique, viejo lobo de mar y pesca en el Caribe diverso, se los había relatado: Comentó que fue el desplome de una barra marina y fluvial, la que causó el fenómeno. No era más que el actuar del cañón submarino en cuestión, dando uso de buen recibo de los flujos extraños, rápidos y numerosos. Poco de eso se escribió y se habló, en los medios de Barranquilla y nacionales de la época, seguramente evitando un escándalo de talla mayor pero en el gran Caribe, se sabía al detalle por los comentarios de los marinos y sus gentes. Y entonces… luego de algunos años más, empezaron otra vez los molestosos problemas de sedimentación en Bocas de Ceniza.  Hoy día la génesis geológica sigue su curso, el río continúa imperando sin contemplación alguna, reinando en toda su extensión y a la vez, considerándosele como un benefactor o un tirano dependiendo de cómo se le trate o cómo se le interprete. El Magdalena siempre ha ejecutado, realizará y consolidará su papel como ente comunicador, llevador y transportador, independientemente de que es lo que transite en sus aguas, en sus sólidos y donde los vierta. De ahí su importancia… No es que esté fuera de control, simplemente nos controla. Finalmente, y en la medida que la pequeña loza de calizas se hundía por debajo del curso gestacional del río, empezaron a descubrirse las faldas de las laderas de la ciudad, cubiertas por las aguas de aquel antiquísimo e inmenso mar Caribe, unos 600 mil años atrás. Poco a poco el Caribe regresionaba apresurado, en épocas de la última glaciación, a las orillas de lo que actualmente es Puerto Colombia y sus inmediaciones. Para aquellos días lejanos, se presentaron las primeras manifestaciones de los deslizamientos en esas laderas primigenias, especialmente en el sector occidental norte, no habiendo población humana alguna. Unas que otras islas pequeñas se resistían a morir en lo que hoy es Puerto Caimán y Puerto Velero pero luego fueron devoradas por los sedimentos del río sin contemplación alguna. No había crecido ninguna cobertura vegetal, el mar se retiraba y regresaba a alta velocidad y hoy día, hay vestigios claros y concisos de esos antiguos deslizamientos abruptos y descomunales, cuando las faldas apenas mostraban sus entrañas lozanas y virginales… El problema empezó cuando las tribus Caribes comenzaron a poblar el área de la antigua Barrancas de San Nicolás, unos 4.500 años atrás.


 Foto 1. Vista de la llamada Isla Verde en cercanías a Salgar y Puerto Colombia

Ilustración 1. Modelo de la migración geohidraúlica del río Madalena en el paleogolfo de la ciénaga grande de la Magdalena. 

3 comentarios:

  1. quedo esperando ansioso las próximas entregas. Esto, cuanto menos, nos da una idea de las dinámicas urbanísticas contrastadas por las naturales en nuestra ciudad arenosa. Att: Harvey Muñoz Vélez.

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  2. te invito a leer mi blog harveymarceldice.blogspot.com

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    1. Harvey buenos días, gracias por tus comentarios y te informo que ya hay otras tres entregas sobre este tema, para darlo como suficientemente ilustrado... saludes,

      VMB

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