domingo, 30 de abril de 2023

LA MEJOR DE TODAS LAS VICTORIAS DEL JUNIOR, 1 a 0 a MILLOS

Por Víctor Hugo Marenco Boekhoudt
30 de abril del 2023 10:17 pm

El crecimiento del Junior es directamente proporcional al empuje de la hinchada, pues ella es el soporte de choque (como mete miedo no joda...). El espectáculo también lo hacen los fanáticos que colman el estadio, que pagan la entrada y que empujan al equipo. Una tarde ensopada en una llovizna aplatinada, llena de ese vaho de humedad natural y de aquella otra, que se desprendía de los gritos de la gente. Antes de entrar, ya le había atestado unas cuantas malparideces a las nubes por enjuagar el ambiente; es decir, queríamos era el sol, el calor y la cocción del horno Meléndez. Los paramunos irían a sentir el peso del derredor, pensé, hasta me persiné un poco y el "chi-chí" procaz e incidente, se las facilitaba mejor. De esa manera se inició el juego contra Millonarios; incluso, antes de todo, la gritería se hizo tan intensa, que hasta las luces del estadio se batían en sus cimientos. Incluso, Dios Nuestro Señor, se apartó detrás de las nubes, temeroso ante tan semejante ruido telúrico.

El partido empezó normal y corriente, la gente pedía cojones y huevos. El balón en sus inicios rozó los parales del arquero Montero y un presto recoge bolas (mi héroe del partido), lúcido y presuroso, le entrego el balón a Leíder para que en un dos por tres, Sandoval "chineara" a los índigos (se las puso chiquitica). Al fin, un gol en el primer tiempo en el estadio de La Ciudadela y el júbilo se extendía en revolución por la circuvalación del coloso. Imploré a los cielos para que esta vez, a lo menos (y ojalá por siempre), no nos volvieran a hacer un gol en el final de los tiempos (sea el primero o el segundo): a esa maldición le habíamos hecho un Niño en Cruz, lanzamos un menjurge e invocamos un rezo estocástico para acabar de joderla. Carajo, y funcionó esa vaina; sustos, cejas fruncidas, ortos endurecidos pero nada de goles... 

No faltaron los llorones habituales por las redes: "Esas son victorias pírricas" uno. "El fútbol, el otro opio del pueblo" otro... "Buena, palco regalao" me espetó el malparido "Peloeguiso". Lo que sea no joda, pero esos pelaos se les notó entrega, orden, honestidad y temple. Las críticas y las burlas me sabían... Yo estaba en mi yeré, atento y expectante. En la tribuna los quejosos impertinentes vitupereaban: "Junior gana pero no juega bien, se deja encerrar" el de atrás, "Millonarios le saca la pesada y hasta ahí llegamos" el de al lado, "El Chino adolece de control de balón, hay que poner a Bacca", entronizó otro infra-técnico. Mejor dicho, nadie hablaba de fuerza, de huevos, de cojones y eso era lo que pedía la hinchada, lo que hacían los jugadores y aún más, cuando nos quedamos en inferioridad. ¡Qué aguante del putas!. No joda, eran como aquellas lecciones del más allá... Castro manotea al árbitro, luego lo aplaude y lo echan del partido (el Vlacho, ese valioso de siempre, le pega par de gritos) y al salir, le mandan algunas bolsitas desde las gradas (los hinchas arúleos por supuesto). Cipote de favor... Ya todo estaba embolsillado.

La comunión jugadores pueblo asistente, fue la mejor de todas las antonomasias. Reconozco que no me sabía los estribillos de los cantos pero algunos terminaban en "maricones" y eso lo gritaba a rabiar. He estado en los últimos seis partidos en el estadio y esta victoria me supo a diferente; fue diferente porque calló bocas, ejemplificó pautas y senderizó rutas. Carajo, pero cómo empujaba el estadio, los del sur, los del norte, los de los bloques y los de Micaela: ¡Todos!. Aquellos regañadienteros, seguían royendo con sus comentarios y con los bla bla bla de siempre. No importa: ganamos, lo hicimos en franca lid y todos contentos... Allá en el ruedo, se habla a punta de sudor, mística, músculo y así se explayaron... Vaya partido... Aún la misma lluvia liviana caía en minúsculas gotas. Mi camiseta estaba húmeda era por el sudor y por los gritos. Ya en la Circunvalar de regreso, la tranquilidad se apoderó de mí, devolviéndome a la misma dimensión de aquellas ansiedades perdidas. No importa: Junior había ganado al compás de una gesta sin precedentes y con toda la estridencia de la fanaticada.

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